Crista Clarividente

sábado, 24 de agosto de 2013

Un rey envió a su hijo a estudiar donde un gran maestro con el objetivo de prepararlo para ser una gran persona y un buen gobernante al heredar la corona del reino.
Cuando el príncipe llegó ante el maestro, éste lo envió al bosque. Tendría que regresar después de un año para describir todos los sonidos que escuchara allí.
Transcurrido este tiempo, cuando el joven volvió, el maestro le pidió que hiciera un relato de todo lo que había conseguido oír.
El príncipe le dijo:
“Maestro, pude escuchar el canto de los pájaros, el ruido de las hojas, el regocijo de los grillos, el ritmico croar de las ranas, la brisa rozando el pasto, el zumbido de las abejas, el rumor del viento cortando los cielos… “
Al terminar su narración, el maestro pidió al muchacho que regresara al bosque, para oír todo aquello que fuera posible.
A pesar de estar intrigado, el príncipe obedeció la orden del maestro, pensando: “No entiendo, ya distinguí todos los sonidos del bosque… “
Por días y noches permaneció solo oyendo, oyendo, oyendo… pero no conseguía distinguir nada nuevo, además de lo que ya había dicho al maestro.
No obstante, cierta mañana, comenzó a distinguir sonidos vagos, diferentes a todos los que escuchara antes.
Y mientras más atención prestaba, más claro se volvían los sonidos.
Una sensación de encantamiento se apoderó del chico.
Pensó:
“Esos deben ser los sonidos que el maestro quería que yo escuchara… “
Y sin prisa, permaneció allí oyendo y oyendo, pacientemente. Quería tener la seguridad de que estaba en el camino correcto.
Cuando regreso al monasterio, el maestro le preguntó que más había logrado oír.
Paciente y respetuosamente el príncipe le dijo:
“Maestro, cuando presté atención pude oír el inaudible sonido de las flores abriéndose, el sonido del sol naciendo y calentando la tierra y el del pasto bebiendo el rocío de la noche… “
Luego el maestro dijo al muchacho:
Solamente cuando se aprende a oír con el corazón es posible percibir de las personas, sus sentimientos mudos, sus miedos no confesados y sus quejas silenciosas. Asímismo, podrás inspirar confianza a tu alrededor, entender lo que está equivocado y atender las necesidades reales de cada uno.
No así, cuando se escuchan solamente las palabras pronunciadas por la boca, sin que atiendas lo que está en el interior del ser que las emite y sin oír sus sentimientos, deseos y opiniones reales.
Es necesario, entonces escuchar el lado inaudible de las cosas, el lado no medido, pero que tiene su valor, pues es el lado más importante del ser humano.



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