Tantas veces nos hemos envuelto en la magia de un mago que con sortilegios nos hace ver realidad de sus actos ilusionistas. Tan real se hacen, que son imperceptibles y apenas nos damos cuenta de la ilusión con la que nos atrapa. Así es el Ego, gran facilitador de ilusiones a través de su mega magia, utilizando astutamente los sentidos con los que nos atrapa e ilusiona; haciéndonos creer con subliminal estulticia que en lo que a diario participamos es realidad, despreciando en consecuencia los aspectos divinos que subyacen como entidad real del Yo Superior, y en donde se sostienen las personalidad humanas, emocional, mental, psíquica, y anímica a modo de desarrollarse. Para estar alerta es necesario entender las propiedades de un ego desarrollado y no controlado. El ego- ismo, en donde se crean los lazos de propiedad única y absoluta con sus derivados de codicia, intolerancia, irrespeto y el gozo de una fama en gloria hedonista, y en una sumatoria el dinero y sentido de propiedad; los que en exacerbada expresión decanta y obnubila con maldad haciendo daños a los otros, a los que subestiman por su condición de raza, color y clase. Es paradójico, que este falso yo, también da el impulso para el increscendo desarrollo, toda vez que es el aguerrido combatiente con las causas nobles; pudiendo con esto tener como referente,” de que una cosa o idea se conoce por su opuesto” y, cuando se experimenta el dolor y sufrimientos –su alter ego- se hace entonces promisorio realizar las bondades y atributos del Yo Superior que encamina a disfrutar de lo imperecedero y divino, el Amor se sobrepuja para entronarse en un sitial preeminente en el Ser, redundando en beneficio de sí mismo, y del colectivo que lo asiste.
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