Crista Clarividente

viernes, 3 de mayo de 2013

Los Amantes
“¿Me quieres?” le susurró al oído mientras le pasaba la mano por el hombro. “Sí”, contestó dirigiendo la mirada encendida en busca de unos ojos que respondieran a la invitación. “Te echaré de menos”, continuó susurrando lánguidamente una cabeza que se arrimaba poco a poco hacia el regazo que la esperaba impaciente. “Yo también te echaré de menos. Jamás había conocido a alguien como tú.” Contestó con aquella mirada tan tierna, tan triste, tan llena de agua de mar…
Entonces miraron hacia el cielo. La noche era clara, algo fresca, pero parecía sacada de una novela romántica: una luna llena enorme alumbraba sus caras que se sentían acariciadas por la brisa marina de la noche. Más allá, a lo lejos, sólo había oscuridad. A duras penas se distinguían las luces del pueblo. Sus vidas eran del mar, de la arena de la playa…
Se miraron nuevamente a la cara, y decidieron hacer el amor como nunca en su vida lo habían hecho. Se amaron, se dijeron tantas veces “te quiero” que jamás podrán contarse. Y después, contemplaron en silencio las estrellas. Era la noche perfecta.
Poco a poco, les fue venciendo el sueño, y quedaron sumidos en él con las extremidades entrelazadas, en un abrazo eterno. Cuánto amor había en ese rincón del Universo; cuánta pasión encerrada en esos dos cuerpos hechos de carne, hueso y sentimientos… Cuánta sensación de seguridad recorría sus mentes. Tanta, que ni se percataron del estallido de luz que apareció más allá de la villa, ni de la lluvia de ceniza y piedra pómez que les venía encima proveniente del Vesubio. Y así quedaron, en su tumba de ceniza para siempre estos amantes, el 24 de agosto del año 79.




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