El camino es de guijarros, lleva a tu casa.
Brillan las estrellas que incendian en destellos las piedrecitas que me guían,
ando leve, con los pies desnudos. En silencio.
Te imagino dormido. A lo lejos ulula un buho y una nube asienta la luna.
Tras el recodo se perfilan las márgenes que habitas y, travieso, mi corazón se escapa y corretea alegre, sin cuidado, moviéndolo todo… acariciando las ramas que riberean la sendilla, levantando polvo en sus volteretas, asustando a las luciérnagas y polillas. Corro tras él, en vano. “Cuída no despertarle”, le digo. Pero entra en tu casa, despierta a los duendes, espanta la oscurana…
Desde el umbral lo veo, acodado junto a tí, muy cerquita.
Tu almohada está tibia,
y la cama es un océano sin márgenes
donde el amor habita.
Brillan las estrellas que incendian en destellos las piedrecitas que me guían,
ando leve, con los pies desnudos. En silencio.
Te imagino dormido. A lo lejos ulula un buho y una nube asienta la luna.
Tras el recodo se perfilan las márgenes que habitas y, travieso, mi corazón se escapa y corretea alegre, sin cuidado, moviéndolo todo… acariciando las ramas que riberean la sendilla, levantando polvo en sus volteretas, asustando a las luciérnagas y polillas. Corro tras él, en vano. “Cuída no despertarle”, le digo. Pero entra en tu casa, despierta a los duendes, espanta la oscurana…
Desde el umbral lo veo, acodado junto a tí, muy cerquita.
Tu almohada está tibia,
y la cama es un océano sin márgenes
donde el amor habita.
Cada noche, desde el principio de los tiempos, vengo a dormir a tu lado.
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