ABANDONA TODA ESPERANZA DE RESULTADOS
Un hombre estaba muy interesado en conocerse a sí mismo; había pasado toda su vida buscando un maestro que le enseñara la técnica de la meditación para alcanzar la iluminación. Había ido de maestro en maestro, pero no conseguía su propósito. Pasaron muchos años y, estaba ya cansado, exhausto, había perdido la esperanza de encontrar a un maestro que le ayudara. Entonces alguien le dijo:
Si de verdad quieres encontrar a un maestro tendrás que ir al Himalaya. Allí vive uno, pero tendrás que buscarle, nadie sabe exactamente dónde, pero está allí. El caso es que cuando alguien llega a dar con su paradero, él se adentra todavía más en las cordilleras del Himalaya.
El hombre se estaba haciendo viejo, pero hizo acopio de valor, trabajó para ganar el dinero del viaje y se puso en camino. Tuvo que viajar en camellos, en caballos y después seguir a pie hasta alcanzar el Himalaya, al preguntar por el Maestro, la gente le decía:
Sí, conocemos al anciano al que te refieres, es muy viejo; quizá trescientos años, o incluso quinientos años, nadie lo sabe. Sabemos que vive por aquí, pero no sabemos el lugar exacto, nadie sabe exactamente por dónde para. Pero si buscas con empeño lo encontrarás.
El hombre buscó y buscó y buscó, durante años estuvo vagando por el Himalaya. Estaba cansado, exhausto, absolutamente exhausto; vivía sólo de frutos salvajes, hojas y hierbas. Había perdido mucho peso, apenas le quedaban fuerzas, pero estaba determinado a encontrar a ese hombre, creía firmemente que merecería la pena, aunque le costara la vida.
Un día se encontró ante una pequeña cabaña de paja sin puertas, tenía el aspecto de estar deshabitada durante un gran periodo de tiempo. Miró dentro, pero allí no había nadie. El hombre cansado, desencantado cayó al suelo y dijo: ¡Me rindo!
Se tumbó bajo el sol, con la fresca brisa del Himalaya, y por primera vez en su vida empezó a sentirse muy feliz... ¡Nunca había sentido tal dicha! Se sintió lleno de luz, los pensamientos desaparecieron, de repente se transportó... Y entonces se dio cuenta de que alguien se inclinaba hacia él. Abrió los ojos, allí estaba. Un hombre muy anciano que sonriendo, dijo:
Así que has venido. ¿Tienes algo que preguntarme?
Y el hombre contestó:
-No.
Y el anciano se rió, dio grandes carcajadas que resonaron en el eco de los valles.
¿Sabes ahora que es la meditación?
Y el hombre dijo:
-Sí.
¿Qué sucedió? Este hombre al rendirse, todos sus esfuerzos mentales orientados hacia una meta desapareció, se dejó fluir y la dicha se vertió sobre él. Sin la necesidad de ir a ninguna parte alcanzó su meta, la meditación es un estado mental sin metas. Osho
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