Crista Clarividente

miércoles, 3 de agosto de 2011

VENCER EL MIEDO




Dos hombres fueron condenados. La sentencia consistía   en que en un día determinado, en veinte años, serían   torturados lentamente hasta la muerte.
  Al escuchar la sentencia, el más joven se retorció de   la pena y del dolor, y a partir de ese día, cayó en una   profunda depresión.

  "¿Para qué vivir?" se preguntaba, "si de todas maneras
van a arrebatarme la vida, y de una manera inconcebiblemente   terrible?"
  Desde ese día nunca fue el mismo. Cuando alguno de sus   cercanos, compadecido por su estado, le ofrecía apoyo para   tratar de alegrarlo, respondía rencorosamente diciendo:
  - Claro, como tú no tienes que cargar mis penas, todo te   parece fácil.
  En otras ocasiones también replicaba:
  - Tú no sabes lo que sufro, no es posible que me   entiendas...
  Y, a veces, alegaba en voz alta:
  - ¿Para qué me esfuerzo? Si de todas formas...

  Y así, poco a poco, el hombre se fue encerrando en su   amarga soledad y murió mucho antes de que se cumpliera   el plazo de los veinte años.

  El otro hombre, al escuchar la sentencia, se asustó y se   impresionó, sin embargo a los pocos días resolvió que,   como sus días estaban contados, los disfrutaría.
  Con frecuencia afirmaba:
  - No voy a anticipar el dolor y el miedo empezando a   sufrir desde ahora.
  Otras veces decía:
  - Voy a agradecer con intensidad cada día que me quede.
  Y, en vez de alejarse de los demás, decidió acercarse   y disfrutar a los suyos, para sembrar en ellos lo mejor   de sí.

  Cuando alguien le mencionaba su condena, respondía   en broma:
  - Ellos me condenaron, yo no me voy a condenar sufriendo   anticipadamente y, por ahora, estoy vivo.

  Fue así que, paulatinamente, se convirtió en un hombre   sabio y sencillo, conocido por su alegría y su espíritu   de servicio.
  Tanto, que mucho antes de los veinte años, le fue perdonada   su condena.

  El 99% de tus miedos no se realizarán. Cree en   tu fuerza, disfruta la libertad de ser feliz. La verdadera   libertad no está en lo que haces, sino en la forma como   eliges vivir lo que haces, y sólo a ti te pertenece tal   facultad.

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